La situación más generalizada que se daba en La Alamedilla, salvando las distancias de los aquellos elementos de la comunidad que no eran nativos de la misma, era la de poseer una segunda lengua. Si bien se daba una especialización funcional en sus usos dependiendo de los dominios. No se hablaba igual en casa que en la calle y en ésta dependiendo de la lengua del interlocutor y por la situación comunicativa en la que se encontrara el hablante.
La actitud que tenían sobre su lengua aquellos que la hablaban y los oyentes solía ser muy diferente de la que se daba a la lengua oficial del país. Las chanzas de los forasteros y de los habitantes de los pueblos vecinos producían un sentimiento negativo derivado de las expresiones valorativas mordaces. El prestigio que tradicionalmente se confirió a la Fala, ha sido otro elemento que ha intervenido en su desaparición. Considerando en algunos casos que se tinha a fala estragada, teniendo una connotación negativa, mientras que el prestigio se reservaba a la lengua oficial, siendo la escuela el elemento esencial a través del que entraba la lengua estándar.
Considerando en estos tiempos de globalización la relevancia que adquieren los elementos de singularidad cultural, la pervivencia de la Fala hubiera sido un elemento de valor cultural y social de enorme trascendencia. Lo que hace décadas era considerado un “accidente” lingüístico, fruto del aislamiento y el atraso, con una valoración a veces vergonzante, con el transcurrir de los años se habría convertido en un elemento cultural de gran relevancia. Así está aconteciendo en aquellos escasísimos lugares donde permanece la Fala, en los que se ha desatado un inusual interés científico e incluso político.